Por Beatriz W. D Rittigstein
Los sangrientos ataques terroristas de hace unos días en el aeropuerto de Zaventem y en la estación de Maalbeek, en Bruselas, acaecieron tras numerosos precedentes y alertas, por ello era cuestión de tiempo para que se produzcan en pleno corazón de Europa, en Bélgica.
Tenemos varios testimonios, especialmente desde la comunidad judía belga, por ejemplo: Rab Margolin, cuya oficina es aledaña a la estación del metro atacada, dijo: “Hemos estado recibiendo advertencias por mucho tiempo. A pesar de la conmoción que ha sufrido la ciudad, no estamos asombrados”.
De las referencias más claras están los atentados del 13 de noviembre del año pasado en París, cuando las autoridades belgas pidieron a los ciudadanos de Bruselas que no salieran a las calles mientras la policía buscaba a los terroristas islamistas, quienes al parecer tenían su centro de coordinación y operaciones en Bélgica. Estos hechos muestran la estrecha vinculación entre los asaltos en ambas capitales europeas.
Adicionalmente, recordamos el ataque del 24 de mayo de 2014 contra el Museo Judío de Bélgica, en el cual un hombre que llevaba una gorra que le ensombrecía el rostro, llegó al céntrico predio armado con una pistola y un rifle Kalashnikov, abrió fuego y mató a cuatro personas. La ofensiva duró menos de 90 segundos y el asesino huyó, perdiéndose su rastro. Sin embargo, a la semana, Mehdi Nemmouche, ciudadano francés de origen argelino, fue arrestado en Marsella por su presunta participación en ese crimen. Las autoridades aseguran que el sospechoso había pasado más de un año en Siria, enrolado con grupos yihadistas y todo parece indicar que Nemmouche es el primer europeo en haber regresado para cometer un atentado. En el momento de su detención llevaba un fusil similar al que se ve en la grabación captada por las cámaras del museo belga; también portaba un video con la reivindicación de la autoría del tiroteo.
Los ataques terroristas perpetrados por radicales islámicos en Europa, cuya reciente edición ocurrió en Bruselas, no pueden sorprendernos. Mientras Europa no tome las medidas necesarias, sobre todo en el campo legal y jurídico, en el área de inteligencia y en el combate directo a los yihadistas en sus propias bases, sólo cabe preguntarnos en dónde será la próxima embestida.