Shimón Peres: la paz llegará con las nuevas generaciones

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Optimista empedernido y partidario incansable del diálogo, el ex presidente Shimón Peres cree que es "inevitable" la paz entre israelíes y palestinos y que los gobiernos actuales no son "eternos" como para impedir que llegue.
Detrás de su atrevida valoración de la situación -que a priori contrasta con los acontecimientos de los últimos años en todo Oriente Medio-, le respaldan más de 70 años de actividad en las altas esferas de las política israelí y de la diplomacia internacional, y como él mismo reconoce, el vicio de "soñar".
"Dicen que los judíos y los árabes no pueden hacer la paz, pero hemos demostrado que no es cierto. Hicimos la paz con Egipto, el país más grande del mundo árabe, una paz que sigue hasta el día de hoy. La hicimos con Jordania y ahí está. (Y) empezamos a hacerla con los palestinos", comenta el nonagenario político.
En el salón de su nueva casa en el límite de Tel Aviv con la ciudad de Herzliya, a escasos doscientos metros de la playa, Peres desbroza la esencia de su filosofía política, que se resume en que "la Historia es optimista" y por lo tanto, no vale la pena mirar demasiado hacia atrás porque "el pasado no tiene futuro".
"La visión del Nuevo Oriente Medio (que él mismo acuñó en los noventa tras la firma de los acuerdos de paz de Oslo) es la de una región que viva de la ciencia y no de la guerra, que pueda mantenerse de lo que produce y no de lo que destruye, y hay medios para lograr ambas cosas", explica.
En la ambición de la victoria en el campo de batalla, puntualiza, no está la solución a los problemas políticos, porque "no hay victoria si la guerra no termina en paz. Ni para ellos, ni para nosotros".
Después de siete vertiginosos años como jefe de Estado, su último cargo oficial que abandonó en 2014, hoy, a sus 93 años, el incansable Peres sigue trabajando en nuevos proyectos a través del Centro de la Paz que lleva su nombre, fundado con el dinero que obtuvo del premio Nobel de la Paz en 1994, que recibió junto a los fallecidos Itzhak Rabin y Yaser Arafat.
Convivencia entre árabes y judíos a través de proyectos sociales, conocimiento mutuo entre jóvenes deportistas, tecnología…, cualquier iniciativa que impulse el diálogo y el progreso a escala regional cabe en su filosofía de vida.
"Nosotros tenemos interés en un mundo árabe avanzado, por su bien y por el nuestro, y también por el de la paz", declara al ofrecer la cooperación tecnológica israelí como puente de reconciliación, una vía que Israel impulsa desde hace años, pero que no ha conseguido realmente un cambio sustancial.
Por ello, apela a los líderes de su país a que miren a las nuevas generaciones, a ese 60 por ciento de población en el mundo árabe que tiene menos de 25 años y que requiere una educación apropiada para "resurgir".
"Ese debe ser nuestro público, ayudarles a ellos, (debemos pasar) del viejo período a uno nuevo", indica.
Y recuerda que a pesar de las turbulentas consecuencias de las Primaveras Árabes, en algunos de esos países se han producido cambios muy positivos, como el que las mujeres tunecinas fueran participantes activas del cambio político o la salida de universitarios a las calles de El Cairo.
Se trata a su juicio de una "apuesta por un mundo nuevo", lo que cree que "llevará aún tiempo" porque son procesos que "no ocurren de golpe".
Con una biblioteca a sus espaldas que incluye títulos de los más renombrados autores y personajes internacionales, e incontables recuerdos de una actividad pública que comenzó allá por la década de los cuarenta, el también ex primer ministro (1984-6 y 1995-6) hace tiempo que no se manifiesta públicamente sobre las más espinosas cuestiones políticas de su país.
La derechización en la política local (el laborismo no gobierna desde 2001) y la aspiración de ciertos círculos nacionalistas a un único estado como solución al conflicto palestino-israelí, parecen ser un fenómeno efímero para quien ha sido testigo directo del proceso de consolidación nacional judía.
Preguntado sobre si la paz es posible bajo la dirección de la coalición más nacionalista de la historia política del país, Peres elude una respuesta clara, quizá porque el halo de la jefatura del Estado aún no se ha borrado.
Pero concluye en un tono optimista de crítica: "Yo no he dicho que el actual Gobierno vaya a ser eterno".

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