Por Beatriz W. De Rittigstein
En los últimos meses, con gran frecuencia, en distintos lugares del mundo, hemos visto horrorizados, una serie de ataques terroristas, todos perpetrados por movimientos que responden al Islam radical, el cual no solo promueve el encono, sino que es odio por definición. Su propósito es la destrucción del otro.
Esta corriente política religiosa se rige por una interpretación dogmática del Corán y de los Hadices; así, la Shaaría legisla cada aspecto de la vida. Entre otros tantos asuntos, en la jurisprudencia primigenia no existen las divisiones nacionales. El mundo se reparte en Dar al-Islam: el conjunto de territorios controlados por gobiernos musulmanes; y, en frente, Dar al-Harb, las tierras habitadas por los no musulmanes, infieles, calificativo despectivo de por sí. El problema es que regiones no musulmanas que en algún momento fueron conquistadas por fuerzas islámicas, pertenecen de modo virtual al Islam y deben regresar a ese dominio. De allí que varios países europeos son considerados enemigos.
Para ilustrar, unos ejemplos: en donde se aplica la Shaaría, se impone un rígido código de moralidad en la conducta y vestimenta, que se controla a través de una policía religiosa. Las mujeres son esclavizadas bajo un concepto muy singular de lo que para el islamismo es el honor familiar. Los musulmanes identificados con la corriente liberal, también están en riesgo.
Cabe aclarar que, pese a que en la masacre en Orlando se le da mayor importancia al crimen contra la comunidad homosexual, en realidad es en esencia mucho más: de forma incuestionable, el asesino actuó apegado a la letra coránica.
Tal como ocurrió unos días antes en Tel Aviv, donde el objetivo del terrorismo fueron ciudadanos comunes que disfrutaban de su tiempo de ocio. O el ataque en el aeropuerto de Estambul, la toma de rehenes en un restaurante de Daka y las bombas en zonas concurridas de Bagdad, a una hora tardía en la que los iraquíes hacían compras por Ramadán. Igualmente, el asesinato de Hallel Ariel, la niña israelí acuchillada mientras dormía en la paz de su hogar.
Cualquier motivo es válido, todos somos vulnerables ante esa extrema violencia, sin sentido. Por eso mismo, urgen acciones contundentes que sirvan para erradicar a este bestial mal que está azotando a la humanidad.