Por Beatriz W. De Rittigstein
Desde la década del 20 del siglo pasado, al inicio de los choques entre la comunidad judía y los árabes asentados en la tierra de Israel, se debe definir el conflicto como religioso, aunque traten de encubrirlo como pugna territorial.
Si fuera un contencioso geográfico, las negociaciones habrían tenido éxito y a la Autoridad Palestina le hubiera sido viable aceptar que Israel es un Estado judío, cosa que sistemáticamente rechaza.
En el presente, Abbas impone la idea de que el motivo de la lucha es por territorio y lleva inútiles discusiones al seno de órganos internacionales para presionar a Israel. Un hecho notorio del devoto trasfondo es que de manera permanente, Abbas incita a la violencia con varias calumnias; la más asidua y peligrosa: los judíos pretenden destruir la mezquita de Al Aksa.
Los medios árabes reafirman el enfrentamiento religioso. Por ejemplo, hace un mes, la televisión de la AP, con alevosía, enseñó a los niños, a través de comiquitas, que los “judíos hacen el trabajo de Satanás”, que “difunden el mal” y que conspiran para destruir a Mohama. Así, Mahmoud Al-Habbash, juez supremo de la Sharia y asesor de Asuntos Religiosos e Islámicos de Abbas, subrayó que la ideología de la AP es el conflicto con Israel al igual que con Satanás.
Tras el ataque terrorista en Tel Aviv, del último junio, un vocero de Hamás, Hussam Badran, dijo que fue la primera sorpresa para Israel durante Ramadán. Un video de Hamás en Facebook y YouTube, glorificó el asalto y proclamó que sus autores son shaheedin, término honorífico para los musulmanes que mueren al cumplir un edicto religioso. Además, Hamás tituló ese ataque como “La operación de Ramadán” y exaltó el período festivo del “mes de la Jihad”. Por su lado, la AP evitó emitir una condena. Hezbollah se refirió a la “operación heroica” y azuzó al mundo árabe y musulmán contra el Estado judío.
Llamar a perpetrar embates contra israelíes para celebrar una fiesta musulmana y que sean los grupos islamistas los que instiguen el terror, muestra el espíritu de la gigantesca enemistad religiosa como parte de su fe; ello da cuenta de la radicalización de la sociedad palestina y es un insalvable obstáculo para la paz.