Por Beatriz W. De Rittigstein
Desde hace algunos años, la judeofobia, llena de contradicciones, se disfraza de retorcidas críticas contra Israel. Por un lado, los promotores de este patrón de odio aseveran que no tienen nada en contra de los judíos, que lo suyo son evaluaciones que acusan a Israel, que a lo que se oponen es al sionismo, etc. Intentan constreñir al judaísmo en los límites de una religión, cuando estudiado bajo la rigidez de distintas disciplinas, va mucho más allá, se trata de un pueblo que tiene historia, epopeyas, raigambres, cultura, tradiciones, costumbres.
En el mundo globalizado, mediante una sistemática y malediciente propaganda, transformaron el auténtico significado del sionismo a fin de seguir utilizando los prejuicios que en el pasado les achacaban a los judíos. Con un simple cambio de término, dejando el resto de las calumnias tal como las agitaron desde hace siglos, ya no son los judíos de la Edad Media, ahora son los sionistas; así las difamaciones son aceptables.
En realidad, judaísmo y sionismo están intrínsecamente unidos y en el fondo, de este modo lo entienden los antijudíos, pues al incriminar al sionismo, siempre se les escapa la incorrección antisemita.
Por ejemplo, en un denigrante artículo del mes pasado, en el boletín de la Federación Palestina de Chile, se conmina a la comunidad a cambiar su nombre de judía a sionista, por el hecho de haber aclarado distorsiones históricas acerca de Israel. Debemos considerar que como comunidad organizada, su definición de judía, de por sí, abarca al sionismo, aunque se empeñen en diferenciarlos. Simultáneamente, el mismo boletín publicó una caricatura en la que figura un niño dormido, a quien se identifica como palestino sólo a través de una diminuta bandera en una de las mangas de su pijama. Al niño se le muestra herido por una gran Estrella de David (ostensible símbolo del judaísmo), el cual sostiene sentado en uno de sus lados, a una figura dibujada con los estereotipos físicos atribuidos a los judíos por los antisemitas. En contraste, la criatura, que podría ser de cualquier lugar, está diseñada con rasgos agradables y sin un fenotipo específico.
Esta caricatura, una vez más, prueba que, incluso para los judeófobos, el sionismo es inherente al judaísmo desde el Abraham bíblico hasta el presente.