Por Belkis Rogovsky
Dentro de la historia del judaísmo se observa una marcada discordancia en el rol social atribuido a la mujer entre la época bíblica y su aparente exclusión en el período talmúdico. En el Antiguo Testamento hallamos a la mujer como participante activa en todas las expresiones de la vida social, política, económica y religiosa. Haremos un paneo por distintos textos que integran el Tanáj*. Deuteronomio 29:10 refiere a la presencia de la mujer en el momento en que el pueblo de Israel pactara con Dios, en tiempos del denominado, Señor de los profetas: Moisés. "Hoy están reunidos todos ustedes delante del Señor su Dios, los jefes de las tribus, los ancianos, los oficiales, todos los hombres de Israel, los niños, las mujeres y los extranjeros que viven entre ustedes, desde el leñador hasta el aguador, para comprometerse bajo juramento en la alianza, que el Señor, su Dios hace hoy con ustedes".
Durante los tiempos de Josué, el sucesor de Moisés, las mujeres se encuentran presentes durante la lectura de la Torá,*, en el Monte Eivál, conocido como el monte de la maldición. "No hubo una sola palabra de todo lo que Moisés había mandado, que no leyera Josué ante toda la comunidad de Israel, incluyendo a las mujeres y niños, y aun a los extranjeros que vivían entre ellos".(Josué 8:35).
Al leer la Torá, durante la festividad de Succót, fiesta de las cabañas, se solicita la presencia de las mismas. "Todo el pueblo deberá reunirse, tanto los hombres como las mujeres, y los niños y los extranjeros que vivan en sus ciudades para que escuchen la lectura de la Torá, ley, y aprendan a respetar al Señor, su Dios y pongan en práctica todo lo que se dice en ella". (Deuteronomio 31:12).
En el libro de Samuel I 1:12 se observa que las mujeres acostumbraban a acompañar a sus maridos y a rezar junto al santuario. "Como Janá estuvo orando largo rato ante el Señor, Elí se fijó en su boca…".
Al llegar el Arca conteniendo las tablas de la ley a Jerusalem, las mujeres en alegre procesión participaron del evento con bailes y cánticos luego de lo cual el rey "repartió a todo el pueblo de Israel, a los hombres y a las mujeres una rodaja de pan…" (Samuel II 6:19).
El título de profeta/ profetisa, naví/ neviá en hebreo, implica, liderazgo y conducción.
En el Tanáj tres mujeres ostentan jerarquía de profetisas: Miriám, hermana de Moisés, Devorá, quien acostumbraba a juzgar a los hijos de Israel debajo de una palmera además de ayudar a preparar la estrategia de defensa contra el enemigo y Juldá, quien fue consultada por Josías rey de Judá. Llama la atención que en este último caso la consultada haya sido una mujer ya que en ese momento ejercía su misión, el profeta Jeremías.
Dentro del Talmud* en el tratado de Meguilá 14a son siete las mujeres mencionadas como profetisas, es decir se agregan cuatro más: Sará, esposa de Abraham, Janá, madre del profeta Samuel, Avigáil quien salvó la vida de su marido con palabras persuasivas frente al rey David y Esthér? quien da nombre a los rollos que se leen en la festividad de Purím. En cambio los profetas varones son 48.
Por otra parte, aparecen otras mujeres en el libro del profeta Jeremías, mekonenót en hebreo, lloronas de profesión, mujeres que entonaban cánticos fúnebres "El Señor Todopoderoso dice: Atención manden llamar a las mujeres que tienen por oficio hacer lamentación" (Jeremías 9:17).
El Rey David en el texto de Tehilím, Salmos, describe a las mujeres ejecutando instrumentos musicales durante las procesiones públicas "Los cantores van al frente, y los músicos detrás, y en medio las jovencitas van tocando panderetas". (Salmos 68: 26).
Al finalizar el libro de Proverbios, Mishlé, encontramos una oda de alabanza a la mujer piadosa y trabajadora. Este texto es conocido con el nombre hebreo de "Éshet jáil" cuya traducción literal es, mujer fuerte. Esta exaltación está escrita en acróstico, cada versículo comienza con una letra del alefato hebreo, completando las 22 letras del mismo. Aquí se ofrece la descripción ideal, imaginaria, quizás de ficción de la mujer que el Rey Salomón no había logrado hallar entre las mil que poseyó, aunque algunos comentaristas sostienen lo contrario: que la descripción corresponde a la mujer que admiró y amó verdaderamente. Sin embargo, no existe alusión al sentimiento amoroso a lo largo del texto. Esta mujer realiza todo tipo de tareas: como extender sus manos hacia la rueca para hilar, confeccionar cinturones para ser vendidos y ser solidaria. Orgulloso de ella estaba su marido, pero no por su belleza externa sino por estar revestida de fuerza y dignidad, por hablar siempre con sabiduría y por honrar a Dios. Por todo esto y más, fue merecedora de alabanza.
El rol de la mujer en la época talmúdica, o quizás corresponda decir la ausencia de dicho rol, a causa de su segregación de lugares y acontecimientos religiosos, cambia rotundamente.
En un texto que precede a la destrucción del segundo Templo, se habla acerca de la costumbre existente de verter agua sobre el altar durante la festividad de Succót, fiesta de las cabañas, ritual que algunos sostienen daba lugar a desmadres importantes inclinados a prácticas orgiásticas en donde participaban hombres y mujeres. Este rito fue prohibido, probablemente, dentro de la primera centuria de la era común, y fue el comienzo de la segregación de las mujeres de los actos religiosos. Hasta ese momento, durante las celebraciones las mujeres ocupaban un compartimento especial conectado visualmente al espacio masculino. En cambio, a partir de la prohibición se cerró el compartimento femenino. En textos paralelos, no canonizados, denominados "beraitot", se indica que originalmente las mujeres se situaban dentro de un atrio exclusivo y los hombres fuera de ese perímetro, pero a causa de la insensatez que se producía entre los sexos, las mujeres fueron a ocupar su lugar arriba y los hombres permanecieron debajo y separados. A pesar de conocerse este detalle, el texto de Reyes I-7 asegura que de hecho tal zona no existía y que los hombres y las mujeres se mezclaban libremente.
En la época talmúdica la mujer respetable comenzó a permanecer confinada en su casa. Una mujer que salía era considerada una prostituta. Esta sentencia refleja fielmente la realidad social y la escala de valores de ese momento.
Un comentario hermeneútico, midrásh* expresa que el hombre es del mundo, del mercado, y la mujer de la casa, mientras que otro manifiesta que una mujer que cuida su hogar merece casarse con un gran sacerdote. Rabbí Meir, tanaíta del siglo II, relata acerca de un señor llamado Papos, hijo de Iehudá, quien acostumbraba dejar encerrada a su mujer bajo llave. Con relación a esto, los comentarios agregan que la mujer que se muestra lejos de los límites de su hogar, a la larga podría sucumbir. Las fuentes indican que las compras las realizaba un sirviente y sólo salía la mujer en caso de necesitar telas para confeccionar su propia vestimenta. Sin embargo, penurias económicas consentían su salida para procurar el sustento. El derecho de visitar a sus parientes, de asistir a un duelo o a un casamiento era firmemente respetado.
El Talmud determina que las mujeres no debían aparecer en público pero en caso de hacerlo, el hombre no debía entablar conversación con ella aun si fuera su esposa. En el hogar, el anfitrión de los visitantes masculinos era el hombre. Ellas comían solas y procedían a realizar las bendiciones correspondientes. El Talmud menciona el canto y la danza de los hombres en las bodas, pero no hace referencia a las mujeres. Rabbí Dimmi, erudito de esa época, definió y sintetizó lo que ocurría con la mujer: permanecía envuelta como una doliente, cubría su cara y su cabello con un velo, aislada de la gente y recluida como dentro de una cárcel. Todas estas costumbres fueron tomadas de la antigua sociedad ateniense, en donde las mujeres vivían en casas aparte, llamadas casa de mujeres. Estas viviendas estaban ubicadas al fondo de la residencia central o en la parte superior de la misma. Comúnmente esta parte permanecía cerrada bajo llave.
Un texto griego señala que una mujer que sale de su casa debe estar en un período de su vida en el cual aquellos que se encuentren con ella no pregunten de quién es esposa sino de quién es la madre. Menandro* señala: "Te has excedido mujer, los límites de una mujer casada son las puertas de calle del peristilo". Las compras las realizaban los maridos o los esclavos y sólo mujeres de bajos recursos trabajaban como parteras, nodrizas o comerciaban en pequeña escala. Eurípides* ilustra que la mujer ateniense no era vista ni oída y cuando llegaban visitantes masculinos sólo asistían cuando no tenían reputación que perder. Normalmente los matrimonios no comían juntos. Sabemos que era común entre los clásicos griegos mencionar que la mujer era inferior al hombre o colocarla al mismo nivel que los niños y los esclavos. Mientras que en Atenas, un niño comenzaba su educación formal a los 7 años, la mujer no concurría a la escuela, se ocupaba de aprender tareas domésticas. Su función era criar a sus hijos y manejar la casa. Esta descripción del rol femenino apartado y segregado tal como aparece en el texto talmúdico, contrasta significativamente con el status de igualdad del cual habían gozado las mujeres en la época bíblica. A mi entender, este cambio desfavorable, tuvo que ver con la copia tardía de patrones culturales importados de las tradiciones y usanzas helénicas antiguas.
A pesar del lugar marginal que ocupa la mujer dentro del mundo talmúdico, es posible encontrar incluso dentro del judaísmo rabínico y de la cabbalá * la consideración de la mujer como dotada de mayor discernimiento que el hombre. Descuella el caso de Bruria, cuyo nombre deriva de una raíz hebrea cuyo significado es elegir, livrór. Para elegir se necesita conocer y saber. En hebreo el verbo elegir, livrór, se asocia también a tener las cosas claras. Bruria, fue una mujer lúcida y sabia, aguda, de personalidad enérgica y gran firmeza que vivió en Israel, en el siglo II de la era común. Fue hija y esposa de hombres sabios. A pesar de ser la única mujer de la cual habla el Talmud como conocedora de la ley judía, otra fuente revela que los padres, en la época de la Mishná*, enseñaban a sus hijas a leer y escribir, por lo cual muchas de ellas sabían leer la Torá.
Bruria participaba de los debates halájicos que se llevaban a cabo entre su padre y otros eruditos de la época. Sus interpretaciones eran alabadas por los sabios, y su esposo valoraba sus consejos. El profundo amor por su marido y su incuestionable respeto por la santidad del Shabbát, se puede observar en el hecho más trágico de su vida, la muerte de sus mellizos. Ellos enfermaron y murieron un viernes por la noche. Bruria ocultó la verdad a su marido, pues de acuerdo con la Halajá*, hasta después de finalizado el Shabbát no puede llevarse a cabo ningún funeral. Su objetivo fue no amargar el regocijo del Shabbát? de su esposo. Finalizado el mismo, le comunicó la trágica noticia a través de una parábola. Comenzó con una pregunta de índole legal: ?Cuál es la forma apropiada de actuar si una persona recibe en depósito dos joyas para ser cuidadas por un período determinado luego del cual el dueño de las mismas requiere su devolución?. Rabbí Meir, su marido, obviamente respondió que el depositario deberá devolverlas. Luego lo condujo hacia donde yacían los niños. Después de llorar, y escuchar las palabras de su esposa, pronunció el versículo de Job 1:21 "El Señor nos lo dio todo, el Señor nos lo quitó".
El décimo quinto día del mes hebreo de Av, noche siempre de luna llena, período relacionado con el amor y la fertilidad en muchas culturas ancestrales, las muchachas salían a bailar al campo y los muchachos venían y las escogían.? Hoy día aún se continúa en algunas comunidades, con esta costumbre. Las hijas de Jerusalem acostumbraban a salir vestidas con ropas blancas que pedían prestadas para no avergonzar a aquellas que no tenían ninguna y solían danzar en los viñedos mientras recitaban: "Joven, alza tus ojos y mira a la que elegirás para ti: no dirijas tus ojos hacia la belleza, sino hacia la familia: porque la gracia es engañosa y la belleza es vana, pero una mujer que teme al Eterno es digna de loores". (Taanít, 4,7) lo cual condice con lo mencionado anteriormente en la oda bíblica de alabanza a la mujer virtuosa.
El Zóhar, uno de los pilares de la cabbalá, comenta que todo hombre deberá encontrar una mujer con quien compartir su vida pues a través de esa unión se refuerza su fe y es allí donde la Shejiná (Divina Presencia), no se separará de él jamás. . A través de la unión con la mujer Dios penetra en el hombre. Asimismo el hombre tiene la obligación de alegrar a su mujer por ser ella el hilo conductor con el creador. Del Zóhar se desprende que para poder entrar en comunión con Dios, el cabalista deberá casarse primero. Moshé Idél* sostiene que la soltería no conduce al estado de completitud. La Shejiná y la mujer son figuras que completan la esencia masculina, a pesar de ser considerada la mujer por la mayoría de los cabalistas con un rol eminentemente pasivo. Menajem Recanatti,* cabalista italiano, sostuvo que la mujer y el hombre pueden ser comparados con las luminarias, siendo el hombre el sol y la mujer la luna. El sol por su completitud, y la luna por contar con períodos crecientes y menguantes, que marcan su renovación mes a mes.
Asimismo, Moshé Idél comenta que en la época cabalística es muy difícil encontrar mujeres judías dentro de los marcos de estudio y de producción literaria. Esta falencia, llorada por algunos investigadores, se debe a que las mujeres de esa época no estaban dispuestas a pagar el precio de perder la posibilidad de la maternidad y el de vivir casadas, dentro de un marco familiar.
Si nos trasladamos al siglo XVII veremos que las mujeres judías, en su mayoría, sabían leer en hebreo aunque tenían dificultades en abordar la lectura del Antiguo Testamento ya que el idioma franco era el idish. Atendiendo a esa necesidad, fue publicado en 1620, en Praga un texto en idioma idish dedicado a las mujeres, cuyo redactor fue Rabbí Iaakóv Itzják Maianóv. El mismo contiene comentarios de las porciones semanales del Pentateuco, de los cinco rollos o meguilót*, en especial sobre el rollo de Eijá, Lamentaciones y otras exégesis y leyendas. Asimismo aporta muchísimas citas del libro de Proverbios y al comienzo aparece el versículo que da origen a su nombre "Tzéna ureéna bnót tzión"; "Mujeres de Tzión, salid y ved" (Cantar de los Cantares 3:11) . Este texto era leído y comentado por las mujeres durante el Shabbát después del mediodía. Esta reescritura del texto bíblico adaptada a las posibilidades lectoras de las mujeres judías de esa época puede ser evaluada hoy como una versión simplificada e infantilizada que subestimaba el pensamiento femenino de la época. Sin embargo, no debe perderse de vista el contexto en el cual se llevó a cabo este intento alfabetizador y educativo dirigido a mujeres.
A partir del siglo XIX muchas mujeres judías no fueron ajenas al proceso de emancipación mundial logrado por la mujer y cruzaron a la otra orilla entrelazando la rueca con la pluma. La mujer judía se enfrentó a una gran oportunidad que no se dio nunca antes, se permitió ser conocida y reconocida en diferentes ámbitos por fuera de su hogar. Mencionaré a continuación una selección de personajes femeninos que se han destacado en diferentes ámbitos. Quiero aclarar que la selección responde a criterios subjetivos de identificación y afectividad.
Mujeres como Janá Szénes, 1921-1944, heroína judía que en 1943 sirvió como paracaidista en el ejército inglés estacionado en El Cairo y luchó contra los nazis. Finalmente fue delatada, llevada a prisión y a los 23 años, fue cruelmente asesinada en Budapest. Quiso mirar a los ojos a sus ejecutores y por eso rechazó que cubrieran los suyos.
Golda Meir, 1898-1978, elegida primer ministro de Israel en 1969 quien renunció a su cargo a mediados de1974 después de la guerra de Ióm Kippúr porque a pesar de que fue exonerada de la responsabilidad, sentía que el pueblo ya no la necesitaba como antes.
Naomi Shemer, 1930- 2004, famosa cancionista y poetisa israelí, compositora nada más ni nada menos que de Jerusalem de oro, poema que es considerado casi un himno en el Estado de Israel.
Lea Goldberg, 1911- 1970, quien empezó a escribir poesía en hebreo desde joven. Fue destacada como una de las más significativas poetisas en lengua hebrea. Doctora en filología semítica por la Universidad de Bonn. En 1935 emigró a Jerusalem donde se hizo famosa al publicar sus poemas, su narrativa infantil y también sus críticas teatrales.
Actualmente, todas las áreas del desarrollo humano cuentan con presencia y participación activa de mujeres judías. Por supuesto, esto ocurre luego de que muchas han luchado por romper las barreras de la desigualdad de género. Con decisión y valentía algunas pioneras comenzaron cimentando el camino que luego otras construyeron, impusieron sus ideas llevándolas ellas mismas a la práctica a través de acciones concretas.