En los años de la Shoá, los alemanes crearon una serie de instalaciones de detención para encarcelar y eliminar a los «enemigos del estado».
La mayoría de los prisioneros en los primeros campos de concentración eran comunistas alemanes, socialistas, social demócratas, romas (gitanos), testigos de Jehová, homosexuales, clérigos cristianos, judíos y personas acusadas de comportamiento «asocial» o anormal.