Un error común es creer que todos los judíos fueron empujados a la Diáspora por los romanos, después de la destrucción del Segundo Templo de Jerusalén en el año 70 de la era común, y luego, 1.800 años después, regresaron súbitamente a Palestina exigiendo que les devolvieran su país. En realidad, el pueblo judío ha conservado nexos con su patria histórica por más de 3.700 años.
El pueblo judío funda su derecho a la tierra de Israel en al menos cuatro premisas:
1) El pueblo judío colonizó y desarrolló la tierra.
2) La comunidad internacional le concedió al pueblo judío soberanía política en Palestina.
3) El territorio fue tomado en guerras defensivas.
4) Dios prometió la tierra al patriarca Abraham.
Aun después de la destrucción del Segundo Templo de Jerusalén y del comienzo del exilio, la vida judía en la tierra de Israel prosiguió y, con frecuencia, prosperó. Para el siglo IX se habían restablecido grandes comunidades en Jerusalén y Tiberias. En el siglo XI, había comunidades judías en Rafa, Gaza, Ascalón, Jafa y Cesárea.
Prominentes rabinos establecieron comunidades en Safed, Jerusalén y en otros lugares durante los próximos 300 años.
A principios del siglo XIX, años antes del nacimiento del moderno movimiento sionista, más de 10.000 judíos vivían en el territorio del actual Israel. Los 78 años que duró levantar la nación, a partir de 1870, culminaron en el restablecimiento del Estado judío.
El «certificado de nacimiento» internacional de Israel estaba validado por la estadia judía en la tierra de Israel en los tiempos bíblicos, la ininterrumpida presencia judía a partir de la época de Josué; la Declaración de Balfour de 1917; el mandato de la Liga de las Naciones, que incorporó la Declaración de Balfour; la admisión de Israel en las Naciones Unidas en 1949; el reconocimiento de Israel por la mayoría de otros estados y, sobre todo, la sociedad creada por el pueblo de Israel en décadas de próspera y dinámica existencia nacional.