Con respecto al conocimiento de la «Solución Final» por parte de sus víctimas potenciales, debe tenerse en cuenta varios puntos clave. En primer lugar, los nazis no divulgaron la información acerca de la «Solución Final», ni hablaron acerca de dicho plan en forma abierta.
Se hicieron todos los esfuerzos necesarios para engaóar a las víctimas y, así, prevenir o minimizar la resistencia. Se les decía a los deportados que serían «reinstalados» y se les hacía creer que las condíciones «en el este» (adonde se los enviaba) serían mejores que en los ghettos. Luego de la llegada a ciertos campos de concentración, se forzaba a los reclusos a escribir cartas a sus familiares contando acerca de las maravillosas condiciones de su nuevo lugar de residencia.
Los alemanes hacían todo lo que estaba a su alcance para garantizar la confidencialidad. Además, la idea de que seres humanos -y mucho menos alemanes civilizados- pudieran construir campos con equipos especiales para llevar a cabo asesinatos masivos resultaba inconcebible en esos días. Como las tropas alemanas habían liberado a los judíos del Zar en la Primera Guerra Mundial, muchos judíos veían a los alemanes como seres liberales y civilizados.
A menudo, cuando personas que habían logrado escapar de los campos llegaban a los ghettos, los habitantes de estos se mostraban renuentes a creer los relatos de sus experiencias Incluso a los judíos que habían oído hablar de los campos les costaba creer los informes acerca de lo que hacían los alemanes en dichos lugares. Puesto que cada comunidad judía europea se encontraba casi totalmente aislada, eran pocos los lugares donde se tenía información. Por ello, no cabe duda de que muchos judíos europeos no sabían acerca de la «Solución Final», hecho que ha sido corroborado por documentación alemana y testimonios de sobrevivientes.