Tres sucesos claves, argumenta Yitzhak Reiter de la Universidad Hebrea, transformaron la mitología de Jerusalén como una supuesta ciudad árabe en un auto-indulgente en la ideología oficial árabe-musulmana:
1) El incidente del fiel del Monte del Templo de octubre de 1990 fue testigo del infructuoso esfuerzo de un grupo judío religioso por colocar la primera piedra del Tercer Templo, llevando a disturbios musulmanes en los que 17 alborotadores perdieron sus vidas. Este episodio incrementó las aprensiones de los árabes palestinos con respecto a demoler los lugares sagrados islámicos, incitando una iniciativa por demostrar que Jerusalén siempre ha sido una ciudad musulmana y una ciudad árabe palestina.
2) Los acuerdos de Oslo de septiembre de 1993 colocaron Jerusalén, por primera vez, sobre la mesa de negociaciones. Los árabes palestinos respondieron intentando desacreditar las conexiones judías con la ciudad.
3) La cumbre de Camp David de julio de 2000 vio al gobierno israelí del entonces, por primera vez, renunciar a sus demandas de soberanía sobre zonas del Monte del Templo. En las secas palabras de Dennis Ross, un diplomático americano presente en la cumbre, Arafat «nunca ofreció ninguna idea sustancial, ni una vez» en las conversaciones. Sin embargo, «Sí ofreció una idea nueva, y era que el Templo no existió en Jerusalén, que estuvo en Nablús». Con esto, la pseudo-historia de Jerusalén se convirtió en la política oficial de la Autoridad Palestina.
La negación árabe palestina de la conexión judía con Jerusalén tiene dos implicaciones probables a largo plazo. En primer lugar, sugiere que la atención árabe palestina sobre Jerusalén ha alcanzado tal fervor que podría sostenerse por sí misma al margen de la política, rompiendo así un patrón de catorce siglos. Jerusalén parece haberse convertido en un interés musulmán obligatorio, uno que genera sentimientos de derecho que ya no están sujetos a consideraciones de utilidad.
En segundo lugar, esta negación difumina contundentemente la perspectiva de una resolución diplomática. La historia de los árabes palestinos, evidentemente falsa por sí misma, aliena a sus interlocutores israelíes incluso al tiempo que reclama derechos exclusivos sobre toda la ciudad. Como resultado, las negociaciones futuras sobre Jerusalén están destinadas a ser aún más emocionales, intrincadas y difíciles que las pasadas.