El día 33 de la cuenta del ómer (Lag BaOmer), 18 de Iyar (segundo mes hebreo), reviste un carácter especial. De acuerdo con la tradición, en este día cesó la epidemia que afectó a los alumnos de Rabí Akiva. Por esta razón es que se interrumpe el duelo permitiéndose el rasurado, el corte de cabello, la celebración de bodas y fiestas.
Ese acontecimiento se relaciona con la rebelión frente a los romanos (que emitió graves decretos contra los judíos), en la cual los alumnos de Rabí Akiva tomaron parte activa en la lucha.
El invasor, al recibir información sobre Rabí Shimon Bar Iojai, lo condenó a muerte. Al enterarse de ello, tomó a su hijo Eliézer, y huyeron a una cueva cercana. Milagrosamente, surgió un arroyo y junto a ella creció un algarrobo, con el que se alimentaron.
Permanecieron en la cueva durante 13 años, dedicando todo su tiempo al estudio de la Torá hasta recibir la noticia que el César romano había muerto, y el peligro desaparecido.
Rabí Shimon Bar Iojai, antes de morir, enseñó a sus alumnos los mayores secretos de la Torá, y pidió que, el día de su fallecimiento, fuese de alegría. Es así que, en Israel, miles de judíos se reúnen en su tumba, en Merón, y cantan, bailan y se alegran, con fogatas, evocando su principal enseñanza: amar al prójimo y buscar el bien de nuestros semejantes.
En las primeras horas de la mañana se acostumbra a hacer el primer corte de pelo de los niños de tres años, cerca de la tumba de Rashbi, «y se le dejan los rizos que es precepto». Hay quienes ponen «pedidos» ante esa sepultura. En la tierra de Israel se acostumbra, principalmente los jóvenes, a encender fogatas.