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29/11/2016
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Artista Ricardo Benaim
29/11/2016

Tisha Beav, el 9 de Av (quinto mes hebreo), este año corresponde al jueves 30 de julio, es el terrible día de luto en el cual, con el correr de los siglos, se acumularon diferentes desgracias sobre el pueblo judío.

Tishá Beav recuerda la destrucción del primer Templo de Jerusalén a manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, en 586 a.e.c., y la del segundo, quemado por Tito, general romano en esa época, en el año 70 e.c. Y con cada una de estas destrucciones, gran parte de los judíos que las sobrevivieron porque no murieron luchando en la guerra o consumidos por el hambre en la capital asediada por el enemigo, después de la derrota fueron llevados al exilio. Y de este modo, la destrucción de cada Templo simboliza al mismo tiempo el fin de la vida nacional del pueblo judío, la pérdida de su patria, el cese de la independencia y el comienzo de su dispersión entre los pueblos del mundo.

La primera Diáspora, después de Nabucodonosor, fue relativamente corta: al pasar Babilonia al dominio del imperio persa, un monarca de éste, Ciro, permitió el retorno de los judíos a su patria, y favoreció la construcción del segundo Templo – mucho más modesto que el primero – que fue inaugurado por el año 516 a.C., vale decir, unos setenta años después de quemado el primero.
La segunda Diáspora, en cambio, perdura desde los tiempos de Tito, en cierto modo hasta el presente. Ya en tiempos de la primera dispersión, cuándo fue concedido el permiso de retornar a Tierra Santa, no todos los judíos exiliados en Babilonia hicieron uso de él, sino sólo una minoría. Y de modo análogo, también en nuestros días, cuando las puertas del Estado de Israel están abiertas desde 1948 para todos los judíos del mundo que quieran regresar a su patria ancestral (derecho garantizado por la así llamada «Ley del Retorno»), sólo parte de la Diáspora se ha hecho eco de este Ilamado, y la gran mayoría del pueblo judío aun sigue viviendo fuera de los límites del país.

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