¿Quién fue Eliézer Ben Yehudá?

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Eliézer Ben Yehudá fue el profeta y propagandista, el teórico y táctico, el signo y símbolo del renacimiento del hebreo moderno en el renaciente Estado de Israel.

El mismo escribió en 1908, en su periódico Hatzví: «Para todo es necesario sólo un hombre juicioso, diestro y activo, con iniciativa para dedicar todas sus energías a su causa, y ésta progresará sin duda a pesar de los obstáculos que traben su camino… En todo nuevo acto, en cualquier paso aunque sea el más pequeño en la senda del progreso, es indispensable un pionero que emprenda el camino y deje de lado toda posibilidad de volverse atrás». Para la restauración de la lengua hebrea, ese pionero fue Eliézer Ben Yehudá.

Eliézer Ben Yehudá, originalmente llamado Eliézer Itzjak Perelman, nació en la aldea lituana de Luzhky el 7 de enero de 1858. Al igual que todos los niños judíos de ese tiempo y lugar, comenzó a estudiar hebreo a muy temprana edad como parte de una educación religiosa.

Sobresalió en sus estudios y por último fue enviado a una yeshivá (academia rabínica) con la esperanza de que se convertiría en rabino. Sin embargo, como muchos jóvenes judíos promisorios de esa época en Europa Oriental, Ben Yehudá se interesó por el mundo secular, acabó por abandonar la yeshivá e ingresó en un gimnasio ruso, completando sus estudios como alumno externo en 1877. En ese año Rusia proclamó la guerra al Imperio Otomano para ayudar a los búlgaros a recuperar su independencia de los turcos.

Ben Yehudá se vio cautivado por la idea de restauración de los derechos a los búlgaros en su suelo nacional. En el siglo XIX, varias naciones europeas habían revivido de esa manera, notoriamente los griegos, descendientes de la clásica Atenas, en 1829, y los italianos, herederos de la clásica Roma, en 1849. Ben Yehudá se vio profundamente influido por dichos renacimientos y extrajo la conclusión de que el concepto europeo de integridad nacional debiera aplicarse también a su pueblo (Israel).

Él tuvo la certeza de que si los búlgaros, que no eran un pueblo clásico antiguo, podían exigir y obtener un estado propio, también los judíos , «El Pueblo del Libro y herederos de la histórica Jerusalén», merecían lo mismo. Es verdad que Eretz Israel, la tierra de los judíos, contaba con pocos de éstos en el siglo XIX, y que el lenguaje de los judíos, el hebreo, era de hecho sólo una lengua escrita, no hablada, pero estaba convencido de que tales obstáculos no eran insuperables.

Para Ben Yehudá, los judíos debían retornar a su tierra histórica y comenzar a hablar de nuevo su lengua. Animado por esas ideas, determinó que él mismo se trasladaría a Palestina. Partió de Rusia en 1878, dirigiéndose primero a París a estudiar medicina, con el propósito de ayudar en el futuro a la comunidad judía de Eretz Israel.

Sin embargo, debido a sus propios problemas de salud (tuberculosis), no pudo continuar los estudios, aunque, para su crédito eterno, no vaciló en sus convicciones y en 1881 arribó a la tierra añorada con sus planes intactos referentes al renacimiento de la lengua hebrea. De hecho, todavía en el exterior había ponderado la restauración y publicado varios artículos en diversos periódicos hebreos, sobre la triple cuestión del renacimiento del pueblo hebreo, de su tierra y de su lengua. En realidad, esos primeros artículos pueden ser considerados como precursores del sionismo político moderno, pues incluyen los elementos básicos del nacionalismo judío: el asentamiento en la patria nacional y el renacimiento de la lengua, la literatura y la cultura hebreas.

Ben Yehudá se asentó en Jerusalén, donde la mayoría de los judíos del país vivían en el seno de diversas comunidades, planificando la utilización de la ciudad como base para la difusión de sus ideas en la Tierra de Israel y en la diáspora. Adoptó varios planes de acción. Los principales eran de triple alcance y se los puede resumir como: «Hebreo en el hogar», «Hebreo en la escuela» y «Palabras, palabras, palabras».

En lo que concierne al «Hebreo en el hogar», ya antes de llegar a la entonces Palestina y como resultado de su exitosa primera conversación prolongada en hebreo, Ben Yehudá había decidido hablar sólo en hebreo con todo judío a quien encontrara. Por lo que se sabe, esa primera conversación tuvo lugar con Guétzel Zelicovich o con Mordejái Edelman, en un café del Boulevard Montmartre en París.

Puesto que Ben Yehudá había comprobado por sí mismo que podía hablar sin tropiezos en hebreo con sus amigos y conocidos, quería que el hebreo fuese su única lengua tras su llegada a la Tierra de Israel. Cabe señalar que no le resultó, demasiado difícil, excepto quizás la falta de vócablos para ciertos temas.

En realidad, describió con gran entusiasmo sus primeras conversaciones en hebreo cuando, junto con su esposa, desembarcó en Iafo y habló con un cambista de dinero judío, con un posadero judío y con un carromatero judío. Porque aquí había encontrado gente simple que hablaba hebreo, quizás con errores, aunque siempre más o menos con naturalidad y fluidez. Pero Ben Yehudá quería que los judíos en Eretz Israel hablaran exclusivamente en hebreo. Por lo tanto, en 1882, cuando nació su primer hijo Ben Sión Ben Yehudá (o Itamar Ben Aví, como se lo conocía generalmente), su esposa Débora tuvo que prometerle que el recién nacido sería el primer niño de habla exclusivamente hebrea en la historia moderna.

Conforme a Ben Yehudá, éste era un acontecimiento simbólico muy importante para el futuro del renacimiento, pues con un niño en la casa, los padres y los visitantes tendrían que hablar y conversar en forma natural sólo en hebreo, sobre los asuntos más cotidianos. Y cuando finalmente el niño comenzara a hablar por sí mismo, Ben Yehudá tendría una vívida demostración de que el renacimiento de la lengua era realmente factible. Como escribió en la introducción a su diccionario: «Si una lengua que dejó de ser hablada, sin que nada quede de ella salvo lo que resta de la nuestra, puede volver a ser la lengua hablada de un individuo en todas las necesidades de su vida, ya no cabe poner en tela de juicio que puede convertirse en la lengua hablada de una comunidad».

De todos los pasos dados por Ben Yehudá para revivir el hebreo, la utilización del «Hebreo en las escuelas» fue a todas luces el más importante y así por cierto lo comprendió. Sus primeros artículos, escritos cuando aún se encontraba en el exterior, trataban de cómo el lenguaje ruso había arraigado entre los jóvenes de Rusia, incluso entre aquellos para los que no era la lengua materna, por medio de su introducción como lengua de instrucción en las escuelas. En base al mismo principio, preconizó que los rabinos y los maestros utilizaran el hebreo como lengua de instrucción en las escuelas judías de Eretz Israel para todas las asignaturas, tanto las religiosas como las seculares.

Ben Yehudá comprendió que el renacimiento podría tener éxito, especial y quizá exclusivamente, si la joven generación del país comenzara a hablar libremente el hebreo. Por lo tanto, cuando Nisim Bejar, director de la escuela Torá y Avodá de la Alliance Israélite Universelle en Jerusalén, le propuso en 1882 que enseñara en dicha escuela, accedió. El director Bejar comprendió la necesidad de utilizar el hebreo en su escuela porque, por primera vez, niños de diferentes comunidades judías iban a estudiar en la misma clase sin contar con otro lenguaje común fuera del hebreo. Bejar explicó a Ben Yehudá su método de enseñar hebreo por medio del hebreo, sistema directo sin traducción a otros idiomas, que ya se había había utilizado para la enseñanza del francés y otras lenguas. Bejar ya había probado el sistema en hebreo en la Escuela de la Alliance en Estambul, que dirigiera antes de trasladarse a Jerusalén.

Ben Yehudá pudo ejercer sólo por espacio de un breve período debido a razones de salud, pero su enseñanza del hebreo fue exitosa. A los pocos meses, los niños ya charlaban flúidamente en hebreo sobre temas diarios relacionados con la comida, la bebida y la vestimenta, así como con acontecimientos diversos dentro y fuera del hogar.

Ben Yehudá sabía muy bien que de ello dependía el futuro del renacimiento. Si los niños podían aprender hebreo en la escuela desde una edad bastante temprana, se convertirían en hebreohablantes unilingües cuando fuesen mayores. Conforme a sus palabras, «la lengua hebrea pasaría de la sinagoga a la casa de estudios, de la casa de estudios a la escuela, de la escuela al hogar y finalmente se transformaría en una lengua viva» (Hatzví, 1886).

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