Por esta época del año, los judíos conmemoramos la fiesta de Pesaj o Pascua, la cual se celebra con cenas familiares llamadas Sedarim, que siguen un ritual ordenado y previsto, repetido año tras año, en el que se reivindica el pasado, al traer al presente secuencias de la época en que fuimos esclavos. A partir de ese tiempo, la práctica se ha recreado y enriquecido con numerosos componentes que se han ido integrando.
La trascendencia de la festividad de Pesaj radica en que explica lo que somos, sin olvidar lo que fuimos. En definitiva, de forma adicional a las pautas religiosas y litúrgicas, Pesaj encarna dos fuerzas que ostentan una vigencia permanente para la humanidad y que a su vez son complementarias entre sí, una no puede existir sin la otra: memoria y libertad.
Pesaj tiene su origen en el cautiverio, en los tiempos en que, con una recién recobrada libertad, el pueblo judío inició su vida nacional y cultural. Esa epopeya se revive simbólicamente y la renovación del aprendizaje que tal proeza gestó en el judaísmo, actualizando las vivencias de nuestros antepasados, muestra lo prioritario de la memoria, de la evocación de sucesos ocurridos hace más de tres mil años, la salida de los judíos de Egipto; el trayecto de la esclavitud a la liberación; la obstinada rebeldía de un insignificante pueblo subyugado que tomó consciencia de nación, ejerció su voluntad, enfrentó al omnipotente faraón, concretó su emancipación y asumió a cabalidad su propio destino.
El recuerdo y la libertad son elementos inherentes a la idiosincrasia judía, al punto que, el judaísmo fue percibido por toda clase de opresores como la viva representación del anhelo libertario. En épocas trágicas, cuando los judíos eran perseguidos y masacrados, a riesgo de sus vidas, hubo quienes celebraron Pesaj encerrados en un campo de concentración o escondidos en cloacas; incluso combatiendo, como el caso de Mordejai Anilevich, héroe del levantamiento del gueto de Varsovia, durante la II Guerra Mundial, que, precisamente, se inició en la primera noche de Pesaj.
A la par, estos valores son universales, innatos al ser humano pensante y libre por naturaleza, quien, por eso mismo, aunque suene ampuloso, tiene libre albedrío, decide y, para bien o para mal, es responsable por sus actos.
BEATRIZ W. DE RITTIGSTEIN