Te buscaba en las estrellas cuando las interrogaba en mi niñez.
Pregunté a las montañas por ti pero me dieron soledad y breve paz
… solo alguna vez. Consideré que el mundo era el error de D-os y, yo mismo, un error en el mundo. Y cuando estuve cara a cara con la muerte, todo mi ser gritó que no….
El 24 de abril se recuerda, el día del Holocausto: el evento más repudiable de la historia, representado en la persecución y el asesinato sistemático, burocráticamente organizado por el gobierno nazi y sus colaboradores de aproximadamente 6 millones de judíos; 3 millones de prisioneros soviéticos, 3 millones de católicos polacos, 700 mil serbios, 250 mil gitanos y otras 200 mil personas en un grupo compuesto por intelectuales, personas con discapacidad, homosexuales y testigos de Jehová.
Este oscuro evento se flagró ante a los ojos de la humanidad y con el silencio de la “asquerosa” comunidad internacional de la época, que no ha podido justificar su corresponsabilidad por la omisión en el socorro; pareciera que el silencio internacional ha sido un común denominador de la historia y, si no, al presente me remito…
No puedo dejar de pensar especialmente en ese millón y medio de niños y niñas sacrificados, cuyos sueños cayeron como las hojas, para ser pisadas; a ellos “nunca les abrazó el amor, siempre jugaron a medias, criaturas de sonrisas calladas, hijos de padres de viento y madres de tormentas, niños del juguete inexistente, de la sinsonida voz maternal, hijos del calor y el frio apagado”.
Al pensar en el Holocausto se me hace imposible controlar mi libertad interior y por ende no puedo ser racional; me lleno de rabia, como consecuencia de la impotencia.
Constantemente, pienso cuánto pudo haber avanzado la humanidad con los millones de desaparecidos; cuantos premios Nobel se perdieron,, cuantas enfermedades ya habrían tenido solución, cómo habría podido ser de diferente la geopolítica. Con los pocos que quedaron, el mundo sumo notablemente; los sobrevivientes y sus descendientes, aportaron tanto que han demostrado la dimensión de esa pérdida.
La creación del Estado de Israel, o su refundación -pues este es de los hebreos desde la época de la Biblia; (ni Palestina ni los palestinos pensaban en existir siquiera), más que un reconocimiento histórico, es una garantía de que esas locuras no volverán a ocurrir. Los israelíes se han encargado, de manera exitosa además, de perseguir en cualquier rincón de la tierra a los nazis y a sus colaboradores; también lo harían seguramente con quienes intenten, o asomen alguna señal, de ese oscuro pasado, pues esos tíos sí que saben del tema.
Es un compromiso humano el de llevar a cuesta ese pasado, como lo es también el de no olvidar y trasmitir sin descanso ese capítulo nefasto y, en mi caso muy particular, el no perdonar nunca esa barbarie.
DAVID BITTAN OBADIA