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La Asociación Israelita de Venezuela le otorgará el Premio al Mérito Comunitario a Hillo Ostfeld por su valiosa y extensa trayectoria en la kehilá. El evento se realizará el próximo mes de septiembre.
El Premio al Mérito Comunitario de la AIV es el reconocimiento que la institución otorga a aquellas personas de la comunidad judía venezolana que a lo largo del tiempo, y de una forma constante, se hayan distinguido por su trabajo sobresaliente dentro de la kehilá. En el caso particular de Ostfeld privó el valor que este líder comunitario le dio a la unidad de la comunidad, lo que permitió favorecer la compenetración entre la Unión Israelita de Caracas y la Asociación Israelita de Venezuela; además de su apoyo irrestricto al Estado de Israel.
“Vivimos en la mejor comunidad del mundo”
Hillo Ostfeld nació en Rumania en 1926. Sobreviviente de la Shoá, llegó a Venezuela el 26 de enero de 1953 y asegura que de este país no se va.
Luego de poco más de un año de terminada la guerra, Ostfeld tomó un tren a Bucarest. “Era una ciudad muy grande, de más de dos millones de habitantes, y yo venía de una con apenas 145 mil personas; cuando llegué no tenía dirección, no sabía qué hacer, y me tuve que quedar esa noche durmiendo en el piso de la estación de ferrocarril. Pensé: ¿Por dónde empiezo? Y se me ocurrió que en todas partes hay una comunidad judía, así que al día siguiente me levanté y le pregunté a alguien: ¿Usted sabe dónde hay una comunidad judía? Y me dijeron: Sí, cómo no. Me dieron la dirección y llegué.
“En esa comunidad me recibieron con los brazos abiertos, me vistieron desde la cabeza hasta los pies y me pusieron plata en el bolsillo. También comentaron sobre unos galpones donde podría comer y dormir. En aquel momento de mi vida decidí que si algún día llegaba a tener algo, le iba a dedicar mi vida a la comunidad, porque la comunidad me salvó la vida”.
“La comunidad, para mí, es lo más importante. Como dice la Biblia: No te apartes de tu comunidad. Yo les digo a mis hijos que nunca se aparten de la comunidad y que el día que les toquen la puerta para pedirles algo, si tienen la posibilidad de dar, no los dejen salir con las manos vacías. Esto, para mí, es lo más importante. Y lo he practicado”.
Ostfeld participó en diversas instituciones comunitarias, como en la Unión Israelita de Caracas y la CAIV: “Siento una obligación de estar ligado a la comunidad, me importa muchísimo y peleo por ella. Creo que sin la kehilá la vida estaría vacía pero, eso sí, para dedicarse a esto hay que tener vocación”.
Hillo Ostfeld, a sus 86 años, agradece haber tenido la oportunidad de servir a la comunidad: “Quiero ser optimista, creo que la comunidad seguirá existiendo por muchos siglos más; y para ello todos tenemos que pelear por ella, mantenerla, aportar cada uno según sus posibilidades”.
Tiempos felices
Ostfeld recuerda que muchos políticos israelíes visitaron Venezuela. “Recuerdo cuando Igal Alón vino a Caracas, su siguiente parada era Bélgica; cuando llegó a Bélgica le dijeron que ellos tenían la mejor comunidad judía del mundo, pero Alón les respondió que solo podían llegar a ser la número dos, porque la número uno la conocía y era la de Venezuela”.
Ostfeld asegura que esta kehilá es distinta a otras: “Aquí no tenemos diferencias entre sefardíes y asquenazíes; en otros países se separan. Aquí solo hay una comunidad, y por esto he luchado toda la vida, he luchado para que sea una sola comunidad, un solo colegio, y gracias a Dios lo hemos logrado.
“Venezuela es el mejor país del mundo. No hablo de la política sino del venezolano. Como sobreviviente del Holocausto, que perdí a mis padres en un campo de exterminio, puedo asegurar que no hay pueblo más noble sobre la tierra que el venezolano. Aquí llevo 60 años y nunca me he sentido un ciudadano de segunda categoría. Así como tengo amigos judíos, tengo amigos no judíos y no siento ninguna diferencia.
“Hoy en día uno viaja a Europa y ve el crecimiento del antisemitismo, y aquí en Venezuela, a pesar de todo lo que estamos pasando, es distinto. Al venezolano se le puede tocar la puerta, decirle que necesitas algo para comer y te va a dar el último café que tiene. Además, se va a quedar compartiéndolo contigo.
“La población venezolana, y ni siquiera ellos lo saben, es la mejor que hay en este mundo —y lo digo yo que conozco bastante—. No hay ser más noble que el venezolano. Y esta es una de las razones más importantes por la que aquí me quedo y aquí me voy a morir, porque yo adoro a este pueblo. Aquí me siento un igual, como nunca lo he sentido en ningún lugar de Europa, donde era ciudadano de segunda o tercera categoría”.
Honrado por muchos
Ostfeld se ha desempeñado exitosamente como empresario, y ha recibido reconocimientos por parte del Estado venezolano, como la Orden al Mérito al Trabajo en su Primera Clase, la Orden Diego de Losada en su Primera Clase y la Orden Francisco de Miranda en su Primera Clase.
También ha sido galardonado internacionalmente. Sus últimos reconocimientos se los entregaron en Rumania el pasado mes de mayo: Diploma de Onoare (Diploma de Honor) del Ministerio de Relaciones Exteriores, y Medalia de Onoare (Medalla de Honor) de la Federación de Comunidades Judías de Rumania.
El líder comunitario agradece que existan jóvenes que continúan el trabajo voluntario, y asegura que hoy es más complicado hacer este tipo de labor por la situación que enfrenta el país. “Felicito a todos los que se dedican a la comunidad, merecen mi mayor respeto”.
Hillo Ostfeld se complace por este premio que le otorga la AIV: “A pesar de que he recibido muchas condecoraciones y reconocimientos mundiales, para mí sobre todo está la comunidad, por lo que un premio comunitario vale más que cualquier otro”.
Hillo Ostfeld estaría incompleto sin su esposa Klara, “Lucero del alba” como la llama en la dedicatoria de su libro autobiográfico Sin tregua. La conoció en medio de las tribulaciones de la guerra, contrajeron matrimonio en 1946, y trabajaron intensamente durante sus difíciles primeros años en Rumania, Israel y Venezuela.
Los Ostfeld tuvieron tres hijos: Trudy, Luis (Z’L) y León; hoy disfrutan de sus nietos y bisnietos. Ambos han plasmado sus experiencias vitales en varios libros.
Por Sara de Santa Clara
Fuente: Nuevo Mundo Israelita

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