Por Pilar Rahola
En la semana de los logaritmos políticos, con las quinielas de los alcaldes abiertas en canal, da la impresión de que nada existe más allá de la política. Y, sin embargo, hay vida más allá de la política. El jueves por la noche, por ejemplo, 400 personas tuvimos tiempo de detener el tiempo y nos dedicamos una emotiva cena de homenaje. El anfitrión era el Keren Kayemet, el Fondo Nacional Judío dedicado a la plantación de árboles. Los homenajeados, los cinco bomberos que en el 2009 perdieron la vida mientras luchaban contra el fuego en Horta de Sant Joan.
El lema del acto, "La luz de la esperanza". Y bajo esta luz –con la presencia de los cargos más importantes del país–, desde Artur Mas o Núria de Gispert, pasando por los consellers Puig i Pelegrí y los alcaldes Xavier Trias, Àngel Ros hasta el alcalde de Horta Àngel Ferràs, el Fondo Nacional Judío dio el pistoletazo de salida para plantar dos bosques, uno en la zona de los Reguers y el otro en el pueblo de Yattir, en el Néguev.
De esta manera, se perpetuaba una tradición que esta entidad, considerada la oenegé ecológica más antigua del mundo, ha preservado durante 110 años. Desde 1901, cuando se fundó, el Keren ha plantado más de 220 millones de árboles, ha creado más de 200 reservas de agua, ha aumentado en un 10% la reserva acuífera de Israel, ha rehabilitado decenas de ríos y ha conseguido cambiar el clima del propio país. Israel es el único país del mundo que tiene más árboles en este siglo de los que tenía en el siglo pasado, y eso a pesar de los incendios a menudo provocados por los atentados y las guerras.
En dos ocasiones, ha plantado bosques fuera de su país, uno en Canadá y lo que se plantó en el monte Igueldo de San Sebastián en memoria del asesinado por ETA Fernando Múgica. Ahora será, pues, el tercer bosque que esta organización plantará fuera de Israel. Y así, de la mano del Keren, el jueves por la noche se dio el pistoletazo de salida de los dos bosques que sumarán 10.000 árboles y que construirán un puente simbólico de memoria, dignidad y luz a ambos lados del Mediterráneo. Allí donde el fuego quitó la vida a cinco bomberos y, con ellos, dejó una estela de devastación, tristeza y desesperanza, ahora latirá el aliento de este memorial vivo. Nada los devolverá nunca, ni nada quitará el dolor de una herida incurable, pero no hay manera más trascendente y más bonita de homenajear a los bomberos que cayeron que plantando árboles allí donde el fuego ha devorado la vida.
El médico y bombero Miquel Vidal habló de los valores necesarios para ser bombero, entre otros, el altruismo, la entrega y el coraje. Y en la clausura, Artur Mas recordó unos versos de Carles Riba que hablaban de la ausencia. Y así acabó el acto tal como había empezado, con un profundo respeto por la memoria de los caídos. Árboles de esperanza allí donde el fuego segó vidas y secó el alma de un pueblo.