Por Michael Freund
En una sorprendente decisión la semana pasada, la cámara baja del parlamento de Polonia rechazó una ley que hubiera restablecido la legalidad de la shejitá o faenamiento casher, por una votación de 222-178.
Después de que un tribunal constitucional polaco había prohibido previamente la práctica en diciembre, afirmando que violaba la legislación local de los derechos de los animales, el gobierno de Varsovia trató de anular la decisión a raíz de la crítica a nivel mundial.
Sin embargo, 38 miembros del partido gobernante Plataforma Cívica votaron en contra del proyecto de ley patrocinado por el gobierno, causando que él – y la propia Polonia – sufrieran una derrota ignominiosa.
No tienes que ser un estudioso del Holocausto o un estudiante de historia europea moderna para entender cuán amargamente irónico es este giro en los acontecimientos.
Para un país en el que fueron asesinados 3 millones de judíos durante la era Nazi, prohibirle a los judíos practicar libremente su fe es una vergüenza y un escándalo.
Desde la caída del comunismo hace dos décadas, Polonia se ha esforzado por convertirse en una democracia occidental liberal. Sin embargo, la protección de los derechos de las minorías es uno de los barómetros clave para determinar la salud de una sociedad libre y democrática. Con esta medida, Polonia está claramente fracasando.
Aparentemente, la decisión de prohibir la shejitá es para proteger a los animales del sufrimiento innecesario durante el proceso de faenamiento. Pero cualquiera que haya visto a un matarife judío revisar meticulosamente su cuchillo para asegurar que esté completamente afilado, puede dar fe que la shejitá es precisamente para minimizar, en lo posible, el dolor causado al animal.
De hecho, como escribe Maimónides en su Guía de los Perplejos (capítulo 48), la Torá nos ordena que el animal sea faenado de la manera más suave posible y nos prohibe causarle agonía innecesaria.
Con los años, se han realizado numerosos estudios científicos que han confirmado que la shejitá no es un proceso cruel.
Como el Dr. Stuart Rosen de la Facultad de Medicina del Imperial College de Londres ha escrito sobre la shejitá, “La velocidad y la precisión de la incisión garantiza la ausencia de estímulos en las estructuras cercenadas y el animal pierde inmediatamente la conciencia”.
“El cese irreversible de la conciencia”, continúa él, “y la insensibilidad ante el dolor se consiguen, proveyendo el aturdimiento más eficaz. No hay ningún desfase entre el aturdimiento de la shejitá y la muerte subsecuente, por lo que el animal no puede recuperar la conciencia, como puede suceder con otros métodos de faenamiento convencionales”.
Otros expertos, como el Dr. Temple Grandin, profesor de ciencia animal en la Universidad Estatal de Colorado y una autoridad de renombre mundial en el diseño de instalaciones de ganado, también han concluido que la shejitá es al menos tan humana como otros procedimientos convencionales utilizados para sacrificar animales.
Por lo tanto, es difícil evadir la sensación de que lo que realmente motivó a los opositores de la shejitá es quizás puro antisemitismo.
Después de todo, declarar que la shejitá es cruel es por extensión una declaración de que los judíos son gratuitamente crueles. Es un ataque en contra de una antigua práctica que es central en la vida comunitaria judía, es una declaración que envía un mensaje fuerte y claro: Los judíos no son bienvenidos aquí.
En una entrevista con una emisora de radio polaca, el Rabino Jefe de Polonia Michael Schudrich, condenó la decisión del parlamento y amenazó con dimitir por este asunto.
“No puedo imaginar cómo se supone que debo continuar como rabino en un país donde los derechos de los judíos no son respetados”, dijo. "El faenamiento ritual”, señaló él, “ha sido demonizado en este país, cuando en realidad no es tan brutal como se presenta”.
Lamentablemente, colocando los derechos de los animales por sobre los derechos de los judíos, Polonia ha logrado deshacer más de dos décadas de esfuerzos para reparar los lazos con el pueblo judío. Los polacos han demostrado que pueden ser sorprendentemente insensibles ante los judíos que viven en medio de ellos, e igualmente insensibles ante las demandas de las libertades civiles y las libertades constitucionales.
En una carta de protesta a su homólogo polaco, el miembro de la Kneset (parlamento israelí) Yuli Edelstein escribió: “Cambiar esta inaceptable decisión es ante mis ojos una obligación moral del pueblo polaco y del parlamento de Polonia, esta decisión hace que Polonia sea el primer país de la UE que prohibe el faenamiento casher en su territorio”.
“Espero”, concluyó él, “que esta inquietante y amenazadora ley sea removida de los libros de leyes polacas lo más rápido posible”.
Nosotros también debemos alzar nuestra voz alto y claro en contra de esta decisión escandalosa. Llama o escribe a la embajada o al consulado de Polonia en tu país, y diles lo que piensas respecto a que se estén pisoteando los derechos de los judíos.
Recuérdales amablemente pero con firmeza que después del comportamiento de Polonia durante el Holocausto, los polacos no están en posición de predicarnos a nosotros acerca de la moral o las buenas costumbres.
No debería haber llegado a esto, pero por muy obvio que sea, vale la pena repetirlo: para un país que afligió a los judíos tan cruelmente en el pasado, Polonia tiene una responsabilidad especial de compensar por sus transgresiones.
Y una buena oportunidad para que ellos empiecen, sería dejar sin efecto la prohibición de shejitá inmediatamente.
Este artículo apareció originalmente en The Jewish Press
Fuente: Aishlatino