Por Rebeca Perli
Con los auspicios de Estados Unidos y gracias a la tozudez de John Kerry, israelíes y palestinos están retomando las conversaciones de paz, lo cual es motivo de alegría para quienes tenemos fe en que el conflicto que aflige a estos dos pueblos tiene solución. Pero no hay que engañarse: experiencias anteriores obligan a administrar el optimismo con prudencia.
Los múltiples temas a tratar son en extremo delicados, empezando por el reconocimiento de Israel como Estado judío, delimitación de fronteras y el estatus de Jerusalén, entre muchos otros; y las reuniones ya están siendo boicoteadas por los saboteadores de siempre: "Les informo con Dios como testigo que una tormenta devastadora está en camino para eliminar las bases del sionismo", ha dicho Ahmadinejad; a lo que su sucesor, Hasan Rohani, quien alardea de moderado, añadió que el Estado judío es una "herida" que hay que "curar"; Hassan Nasrala opina que es "un tumor canceroso" que debe ser "destruido sin darle la oportunidad de rendirse", y Hamas rechaza categóricamente el retorno de la AP a las conversaciones de paz.
Con todo y eso, el solo hecho de que las dos partes estén sentadas en la misma mesa es señal de buena voluntad y quizás se logre un acuerdo, aunque se equivocan quienes piensan (o no ven noticias) que la paz entre palestinos e israelíes resuelve todos los problemas del Medio Oriente. No obstante, si en el marco de esta nueva iniciativa se consigue algún arreglo, ya esto sería un gran adelanto. El período asignado para las conversaciones es de nueve meses, la misma duración de la gestación humana. Ojalá que al cabo de este lapso se llegue a un feliz alumbramiento, pues solo así el Non Troppo de hoy podrá transformarse en Allegro Vivace.