Las difícilmente inesperadas reacciones a la operación Margen Protector por parte de quienes rara vez reaccionan cuando Israel es atacado pueden considerarse como un anticipo de los comentarios por venir.
A primera vista, algunos israelíes se tomaron a pecho el hecho que jugadores como el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, y la titular de Asuntos Exteriores de la UE (Unión Europea), Catherine Ashton, denunciaran las andanadas misilísticas desde la Franja de Gaza.
Pero el diablo está en los detalles. Es instructivo prestar atención a la totalidad de sus mensajes.
Así, Ban, según un comunicado difundido por su vocero en Nueva York, “condena los recientes ataques múltiples con proyectiles contra Israel desde Gaza. Estos ataques indiscriminados contra zonas civiles deben cesar”. Pero luego viene el factor decisivo: “El secretario general está profundamente preocupado por la peligrosa escalada de la violencia, que ya ha dado lugar a múltiples muertes y heridas de palestinos como resultado de las operaciones israelíes contra Gaza”.
Ban mencionó solo a la Jihad Islámica como el malhechor y no a Hamas, que se ha ganado una irritante respetabilidad desde el pacto de unidad alcanzado con Mahmoud Abbas, de Fatah.
El mismo enfoque en la Jihad Islámica es evidente en la declaración de Ashton. Ashton, que estuvo notablemente imperturbable ante el persistente lanzamiento de proyectiles contra el sur de Israel, recién se despertó después de que Israel se vio obligado a responder.
“Condenó enérgicamente” el bombardeo gazatí contra Israel, “del cual la Jihad Islámica Palestina, que está señalada por la UE como una organización terrorista, se atribuyó la responsabilidad”. Hamas no está en el cuadro y su aparente ausencia parece absolverlo de culpabilidad.
Continuó: “La UE deplora la creciente cantidad de víctimas civiles, niños entre ellos, según se informa, causadas por el fuego de represalia israelí. La seguridad y protección de todos los civiles deben ser de suma importancia”.
Ban y Ashton -y otros- han perdido convenientemente de vista la causa y el efecto.
Expresan disgusto por los bombardeos gazatíes, pero eso es de la boca para afuera y les permite trazar una falsa equivalencia entre la respuesta israelí y la lluvia de proyectiles desde Gaza que provocaron la crisis. Éste es el matiz que abunda en los comentarios de un gran número de líderes extranjeros que el mes pasado se apuraron a aclamar a la coalición Hamas-Fatah.
El subtexto es claro. Mientras Israel continúe defendiendo a sus civiles, será crecientemente llamado al orden por las pérdidas civiles entre los quienes lo atacaron sin provocación; mientras Israel continúe suministrándoles comida, medicamentos y, más significativamente, electricidad de la propia planta de energía de Ashkelón, ellos bombardearán incansablemente.
En esto radica la vital distinción entre Israel y sus oponentes. Nuestros enemigos tratan de matar a tantos civiles como pueden y causar tanta destrucción como pueden. Hubo celebraciones públicas en Ramallah y Jenin mientras eran disparados proyectiles contra el centro de Israel.
Israel pretende que sus ataques sean tan precisos como sea posible.
¿Que los militares les enviaron avisos por SMS, teléfono y folletos a los civiles para que evacuaran los blancos? Esto reduce la eficacia de los ataques de la Fuerza Aérea, pero aun así Israel toma enormes riesgos para proteger a los civiles enemigos.
Dicho esto, en muchos casos Hamas contrarresta estas advertencias reuniendo a civiles en los techos de los edificios que Israel está a punto de atacar. La idea es disuadir a Israel con escudos humanos e incrementar las bajas civiles en Gaza.
Nuestros enemigos reconocen la compasión israelí y toman en cuentan nuestra humanidad para perdonar a la población civil en un esfuerzo por tener una mano libre para disparar proyectiles contra nuestros civiles y enviar infiltrados a masacrar israelíes.
Cualquiera que ignore esto le hace la vista gorda a la malevolencia.
Cuando jefes terroristas se esconden detrás de escudos humanos, la cosa se reduce a ellos o nosotros. Si los escudos humanos sin una garantía de inmunidad, ello costará vidas israelíes. No hay forma de evitar esta realidad de la guerra sucia de Hamas.
Cuando el mundo árabe y el coro sesgado de predicadores internacionales hagan caso omiso de esto, darán una señal de que se preocupan menos por los israelíes que por quienes atacan deliberada y repetidamente a civiles israelíes.
Las engañosas demandas de una proporcionalidad artificial son nada menos que clamores para que Israel cese de proteger a sus ciudadanos.
Fuente: Itón Gadol / AJN