Por Rabino Iona Blickstein
Uno de los principios del Judaísmo es recordar: recordar que HaShem creó este maravilloso mundo, recordar que nuestro D-s, el D-s de Israel nos sacó de Egipto, recordar los momentos felices de nuestra historia como también la destrucción de los dos Templos, el exilio a Babilonia, el Exilio en que estamos desde hace dos mil años, las persecuciones, los pogroms, las matanzas que sufrió nuestro pueblo durante todos esos años que culminaron con el Holocausto cuando 6 millones de hombres, mujeres niños, jóvenes y ancianos fueron muertos, ahogados asfixiados en las cámara de gas y otras muertes que la mente humana ni siquiera puede imaginar.
Comparto con ustedes unas reflexiones sobre este doloroso y angustioso momento, que nunca jamás volverá. Amen.
El 27 de Nisan, día del recuerdo de los seis millones de judíos, entre ellos un millón y medio de niños que fueron asesinados, ahorcados, asfixiados, masacrados, por la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial.
En solo tres años, los nazis decidieron aniquilar totalmente a un pueblo desarmado e indefenso. Todos, judíos asimilados, conversos, niños recién nacidos, abuelos en el final de sus días, debían ser exterminados.
El Holocausto no se parece a ningún sufrimiento del mundo. La crueldad dirigida contra los judíos en su transcurso. Nunca ha sido igualada. Aushwitz es el símbolo del horror y la perversidad de satanismo desatado sin paragón. Y así lo atestigua el texto del seminario oficial presentado ante el Tribunal Internacional que juzgó a los criminales de guerra nazis a Nuremberg en octubre de 1945.
Los asesinatos y malos tratos fueron efectuados por medios diversos que inducían el fusilamiento, la horca, la asfixia por gases, la inanición, el hacinamiento en masa, la destrucción sistemática, la imposición calculada de trabajos que superaban las fuerzas de quienes recibían órdenes de realizarlos, la insuficiente provisión de servicios quirúrgico y médicos, los puntapiés, apaleamiento, brutalidades y torturas de todas clases.
Aushwitz demostró la potencial carencia de fundamentos del hombre. Hasta Aushwitz, el hombre estaba confiado de que podía diagramar el curso de la vida sin intervención sobrenatural, sin códigos revelados y pese a todo crear una sociedad viable y moral, pero luego de Aushwitz, el hombre debe atisbar fuera de si en la búsqueda de valores, de moralidad ahora que se ha percatado de sus límites quedó demostrado que el relativismo moral, consecuencia del debilitamiento de la generación, era un fraude absoluto inútil para brindar una guía firme.
Lo que debemos preguntarnos es si hoy existe en definitiva una moralidad. No cerremos nuestros ojos, miremos a los lados y más allá, protestemos contra los brotes nazis y fundamentalistas islámicos en América Latina y en Europa, lo que pasó en Aushwitz no volverá a pasar con ayuda de HaShem.
Amigos, hermanos, prendamos hoy una vela en recuerdo de aquellos que fueron asesinados solo por ser judíos.