Por Eduardo Umansky
Más allá de hacerle el juego, y sí, es casi un juego de niños que pretendan alcanzar el reconocimiento de algo inexistente como es el caso del deseado pero aún utópico Estado palestino, no queda claro cuales son las intenciones de aquellos países que pretenden hacer realidad a través de declaraciones, de desgarrarse las vestiduras, de reiteradas, repetidas y falsas acusaciones solamente a una de las naciones preocupadas, porque les atañe directamente, de las demoras, desplantes, falsedades en que desde el año 1948 se encuentran estancadas las conversaciones dirigidas a lograr un entendimiento que procure hacer realidad el más profundo de los deseos tanto de los israelíes como de los pensadores musulmanes honestos, que es vivir en paz dos pueblos hermanos, surgidos del mismo tronco bíblico.
Jamás los pueblos, en toda la historia de la humanidad, quisieron ir a la guerra, en ninguna parte del mundo. Sólo fueron arrastrados por sus dirigentes, los únicos ganadores en una contienda bélica, tanto si la pierden como si la ganan. Que se tenga memoria la única vez que algunos, sólo algunos, no todos los dirigentes que planearon, pusieron en marcha y dirigieron una guerra lo pagaron fue posterior a la Segunda Gran Guerra, cuando unos pocos fueron juzgados en Nuremberg, e incluso muchos de estos no terminaron de cumplir sus condenas, sólo unos cuantos, como para mostrar en una comedia trágica, impregnada de sangre inocente de 50 millones de seres humanos, que los vencedores hicieron justicia.
Un solo país tuvo las agallas suficientes para juzgar y condenar a sus propios genocidas, acusados de las muertes y torturas de 30.000 de sus connancionales y fue la República Argentina, aún cuando sus propias tropas no estaban sujetas al poder político democrático, en una gesta similar a Nuremberg.
Hoy, en este caso los pueblos árabes, enarbolando una interpretación tan falsa como la de sus aviesas intenciones del Corán, son llevados nuevamente por sus dirigentes a masacrarse en estúpidos atentados terroristas, inmolándose en el altar de una creencia pseudo religiosa inventada por estos modernos aprendices de Hitlers, que nada tiene que ver con las revelaciones de Alá y su profeta Mahoma.
Una pretensión irrealizable
Es absolutamente utópica, totalmente irrealizable esa pretensión de volver a las fronteras de Israel del 4 de junio de 1967, porque después vendrá el reclamo por el retiro del resto del territorio recuperado y hasta llegar a reclamar regresar al statu quo anterior al 15 de mayo de 1948. Es evidente que lo que los dictadores arábigos desean es hacer realidad el sueño del mayor asesino de su historia, hoy encaramado fraudulentamente en la Presidencia de la República Islámica de Irán, Mahmud Ahmadineyad, de hacer desaparecer hasta el recuerdo del judaísmo.
Esto es indiscutible a la luz que, cuando traicioneramente se apoderaron del control de la Franja de Gaza, traicionando a sus propios hermanos, no sólo no supieron aprovechar todo lo que los israelíes construyeron en ese trozo de desierto transformado, sino que metódicamente lo destruyeron. Además, haber despreciado los cientos de ofrecimientos recibidos desde el primer día que Israel se convirtió en Estado, es una clara muestra que para esas mentes ofuscadas, obsesionadas por un odio irracional, absurdo en que sólo prevalecen los intereses personales de esos dirigentes por sobre los generales o colectivos de todo el pueblo musulmán, que habría conocido las mieles de las tecnologías de punta iguales a las que gozan los judíos, viviendo como seres humanos integrantes de un mundo moderno, escapando por fin de las miserias en que se arrastran aún hoy en día, en pleno siglo XXI, tal como sufrían sus antepasados.
Lo que no quieren reconocer es que merced a la existencia del pueblo judío hoy tienen una identidad como pueblo, siguiendo una suerte de revelación divina, adoptada como si fuese una religión propia, más allá que la hayan tergiversado aviesamente, porque si no hubiese existido esta nación que tanto odian, hoy todavía estarían rindiendo tributos y sacrificios a sus antiguos dioses que habitaban entre las arenas, las montañas y el viento y la lluvia, rindiendo pleitesía a los monstruos nocturnos que los aterrorizaban en su enorme ignorancia.
Si bien pretenden que todos los países del mundo, o casi todos, reconozcan al inexistente Estado palestino, hoy en día ese mismo mundo cuenta con informaciones, conocimientos y mentes esclarecidas capaces de analizar las altas cuestiones internacionales y serán muy pocos los que vaya a saberse por qué motivos algunos, especialmente llevados por algún oculto, oscuro y seguramente vergonzante interés cayeron en esa trampa, pero siempre serán los menos.
Y esto ya fue evidente cuando sufrió un resonante fracaso aquel intento de esto mismo encarado por Iaser Arafat allá por 1988, cuando pese a haber llegado a anotar en esa intentona un total de 104 países, terminó languideciendo y finalmente murió.
Seguramente esta nueva loca aventura tendrá el mismo fin, o más aún, lo más probable es que se convierta en un hazmerreír del mundo y “termine por transformarse en “un ente que existe sólo en facebook””, como dijo con mucha visión de futuro el primer ministro de la Autoridad Palestina, Salam Fayad.
Convenios con Irán
Si estuviésemos dispuestos a divagar, podríamos llegar a analizar que esas pocas declaraciones de un reconocimiento absolutamente inconsistente, sin la más mínima base de sustentación, ni siquiera susceptible de un ejercicio de análisis teórico, o como expectativa de futuros debates, podría ser impulsado por los presidentes de Bolivia, Evo Morales, y de Venezuela, el “bolivariano” Hugo Chávez, quienes, el primero impulsado por el segundo, ya firmaron sendos acuerdos de cooperación económica y tecnológica tanto en la vida diaria de sus poblaciones como en la provisión recíproca de elementos bélicos desde Medio Oriente y de provisión de material atómico fusionable por los americanos, cuya existencia en sus respectivos países ya se conoce y que no tienen capacidad científica ni técnica para aprovecharlo. Ya mostraron ambos su mentalidad retrógrada al cerrar las Embajadas israelíes. Pero en esta línea de pensamientos Israel no debe olvidar que en América Latina hay países que se están dejando dominar, lenta y paulatinamente por la loca ilusión de crear un Socialismo siglo XXI impulsado por Chávez de clara orientación de ultra izquierda importada desde la isla de Cuba, si bien la idiosincrasia del pueblo indoamericano no condice en absolutamente nada con esa filosofía. Pero, puede tener un impulso inicial que simule una aparente aceptación, hasta que finalmente se descubran las verdades pero, entretanto, puede provocar serios inconvenientes.
Por eso, el Estado de Israel no puede distraerse, en mayor o menor medida, porque todos estos movimientos traen en sus gérmenes cierta dosis de peligro que no se debe despreciar, más allá que tampoco se debe sobrevalorar exageradamente.
Esto es lo que solicitamos del Estado de Israel las comunidades judías del mundo entero, pero esto sólo puede ser efectivo si desde Jerusalén y Tel Aviv se muestra al mundo entero un frente unido, con todo el mundo tirando en la misma dirección, con los mismos anhelos y análisis y en ese caso no es pecar asegurar que todos los judíos del mundo estaremos a disposición de nuestras autoridades centrales.
Estamos profundamente ilusionados que así como vivimos miles de años en la diáspora, podamos vivir muchos miles de años más sabiendo que detrás nuestro tenemos un Estado moderno, fuerte, que nos represente ante el mundo, que nos defienda si fuere necesario, que sea respetado y, si es posible, junto, en paz, a un verdadero Estado palestino, no una entelequia, en respeto mutuo.
Para finalizar, el Estado de Israel, o si se quiere, la comunidad judía en cada ciudad del mundo debe contar con un equipo de periodistas, coordinados por uno de ellos, o un operador periodístico, para esclarecer acusaciones o clarificar situaciones oscuras denunciadas por la prensa adicta al islamismo, que la usan muy bien.