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Por Rebeca Perli
Tropecé con Nancy Wake navegando por Internet y quedé cautivada por esta mujer extraordinaria que tuvo una impactante actuación durante la II Guerra Mundial. Imposible narrar aquí todas sus hazañas, pero haré un esbozo.
Nació en Nueva Zelanda en 1912 y a los 16 años huyó de su casa y viajó a Londres. Estudió periodismo y, como corresponsal en Europa, vio de cerca los desmanes del nazismo.
Enemiga acérrima de este infausto régimen, cerró filas con los movimientos de resistencia y llevó a cabo proezas que rayan en lo épico, al extremo de que, en 1943, la Gestapo ofreció 5 millones de francos por su cabeza, pero ella siempre lograba escabullirse lo que le valió el mote de El Ratón Blanco. Su esposo, en cambio, el industrial francés Henri Edmon Fiocca, fue capturado y torturado hasta la muerte por no revelar su paradero, de lo que ella se enteró (y se inculpó) solo después de la guerra. Sirviendo de enlace entre Londres y los maquis (la guerrilla rural francesa) Wake se lanzó en paracaídas en la Francia ocupada y, entre muchas otras audacias, coordinó la actividad de la resistencia antes del desembarco de Normandía, dirigió ataques contra el cuartel general de la Gestapo en Montluçon y asesinó "con sus propias manos" a un guardia de la SS para impedir que se diera la alarma durante una redada.
Después de la guerra se incorporó al Departamento de Inteligencia del Ministerio del Aire británico. Activó en la política de Australia y fue la mujer más galardonada por su valentía y por su arrojo.
Nancy Wake poseyó todos los atributos necesarios, incluyendo una exuberante belleza, para ser heroína de novela. Solo que, en su caso, la vida real supera la ficción. Falleció el pasado 7 de agosto, a los 99 años de edad.

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