¿A quiénes pertenece la Tierra de Israel?

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Por Guido Maisuls
Nuestro pueblo judío sufrió a través de la historia grandes y dolorosos exilios, expulsiones, genocidios, persecuciones y discriminaciones, injustas acusaciones, conversiones forzadas y asimilaciones obligadas y nuestra gente resistió como pudo: luchando de frente, huyendo, escondiéndose, adaptándose, mimetizándose con el medio, nadando contra la corriente y a veces a favor de ella. El objetivo fue siempre sobrevivir como persona y como judío, aferrándose a uno de nuestros mas sagrados principios: nuestro amor a la vida.
Esto trajo como consecuencia que hoy, alrededor del mundo, aparezcamos con diferentes apariencias, con diversos idiomas, con distintos colores de piel, con costumbres multifacéticas, incluso con aspectos muy difícil de identificarnos como tales. Por esto hoy el judaísmo es multiétnico y pluralista pero compartiendo un origen y un gran destino en común.
En los últimos sesenta años hemos sido merecedores del comienzo de nuestro retorno a nuestro hogar ancestral, la Tierra de Israel. Desde los albores de la civilización hemos sido como un impetuoso y arrollador río caudaloso que arrancando desde las primeras vertientes de agua pura y cristalina en nuestra formación como nación ha recorrido grandes distancias históricas.
Se ha detenido en numerosos embalses y represas y luego ha continuado su persistente marcha hacia nuestro gran destino final: restablecernos y realizarnos definitivamente como pueblo en nuestro Hogar Nacional y así convivir armónicamente en el seno de las naciones del mundo, aportando de lo nuestro lo más valioso que tenemos y poniéndolo al servicio de toda la humanidad.
Nuestro caudalosos río viene viajando impetuoso y nada ni nadie lo puede frenar ni hacerle cambiar de rumbo, ni nuestros dirigentes más mediocres y de corta visión, ni nuestros enemigos más crueles y acérrimos. Sus afluentes están colmados de todos aquellos que son y somos los auténticos propietarios de la Tierra de Israel.
Somos los descendientes de las tribus perdidas, los anusim, los hijos de los judíos perdidos en todas las asimilaciones forzadas, persecuciones y genocidios a los que nos vimos expuestos, los gentiles que quieren subirse al tren y que desean sinceramente ser judíos y por supuesto a nosotros, los judíos oficiales y con papeles.
Son sus pasajeros los “anusim”, “los forzados” en hebreo. Un judío que ha sido forzado a abandonar el judaísmo en contra de su voluntad, y quien hace todo lo que está en su poder para continuar practicando sus principios bajo la condición de coerción.
Se cree que unos sesenta millones de los habitantes de Latinoamérica son descendientes de esos primeros judíos secretos, de aquellos que llegaron buscando nuevos lugares para vivir en paz alrededor de su fe, son millones de personas que se vieron condenadas a no saber sus verdaderas raíces e identidad.
En España es imposible dar cifras sobre los anusim, porque continúan escondidos, pero las personas que se reclaman descendientes de judíos son varios miles. “En todas partes, en las 52 provincias españolas, hay judíos secretos, pero España sigue siendo un país muy antisemita y todavía no nos sentimos seguros”.
Los Hijos de Menashé, cerca de un millón de personas, que viven actualmente en el noreste indio y son una de las diez tribus perdidas. Conocidos en Israel como los “Bené Menashé” (Hijos de Menashé), se trata de una tribu de entre 750.000 y 1,2 millones de personas y que están asentadas en las regiones de Mizoram y Manipur, en el noreste indio, junto a la frontera con Myanmar (antigua Birmania). Sólo unos 6.000 ó 7.000 son por el momento judíos, ya que el resto se convirtió al cristianismo con la colonización británica de esa región.
Los judíos de Uganda: la Comunidad Abayudaya (El pueblo de Iehudá). Ubicada entre terrenos accidentados y los valles de Uganda Oriental vive una comunidad de 500 ugandeses negros que practican el judaísmo. Todo esto lo vienen realizando desde hace generaciones y sus sinagogas, generalmente hechas de chozas de barro, se hallan situadas en cuatro pueblos diferentes en las afueras de una ciudad llamada Mbale.
Los Judíos-Lemba:Hay unos 40.000 Lemba sudafricanos que se consideran a sí mismos como judíos descendientes de los Falasha. Estos Lemba practican la circuncisión, guardan un día de descanso semanal y evitan comer carne de cerdo e hipopótamo, todo ello considerado por ellos como parte de su herencia cultural judía. Un equipo de genetistas ha encontrado que un porcentaje anormal de hombres Lemba llevan en su cromosoma masculino un juego de sucesiones de ADN que es distintivo de los cohanim, los sacerdotes judíos considerados descendientes de Aarón. Su portavoz, Ahmadiel ben Iehuda, afirma que los “nigro spirituals”, las baladas acerca de Sión y del río Jordán que cantaban los esclavos africanos en Estados Unidos prueban sus raíces hebreas.
La tribu Telugu vive en el sur de Nigeria. En las primeras décadas del siglo XIX se convirtieron al cristianismo. En 1981 cincuenta familias de la tribu empezaron a estudiar judaísmo y hebreo, y se declararon descendientes de la tribu de Efraín. Se trata de unas 400 familias que viven en Nigeria. Según su tradición vinieron de Marruecos, y dicen descender de la tribu de Efraín.
La tribu Pashtun, con 40 millones de personas, habitan en Pakistán y Afganistán. Son musulmanes, pero tienen costumbres similares a las de los judíos: descansan los sábados, prenden velas los viernes, usan una indumentaria parecida al talit, rezan en dirección a Jerusalén y no se cortan el pelo de los costados de la cabeza.
Cientos de familias en Colombia decidieron entregarse por completo al judaísmo sin tener lazos históricos con el mismo y menos de ascendencia, condiciones indispensables para ser llamado judío. Son personas comunes y corrientes que después de haber sido parte de otras religiones tienen como meta convertirse en judíos y vivir en Israel, la tierra prometida.
Mientras los judíos etíopes se adaptan lenta pero decididamente a nuestra sociedad israelí no podemos abandonar a cerca de los 10.000 “Falash Mura” – cuyos ancestros judíos fueron obligados a convertirse al cristianismo desde finales del siglo XIX- que aún esperan la oportunidad para poder emigrar a su tierra y reunirse con sus hermanos.
¿Tenemos el derecho y la autoridad moral de desviar de nuestro gran torrente a todos estos legítimos herederos de nuestra tierra? ¿Impedirles formar parte del gran reencuentro de las diásporas?
Todos nosotros tenemos el derecho y el deber de poder ser herederos de la Tierra de Israel y de continuar viajando hasta el final de la historia, hacia la esperada desembocadura de nuestro caudaloso río en el ancho y profundo Océano del Futuro.

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