A pesar de que no toda la población de Alemania estaba de acuerdo con la persecución de los judíos emprendida por Hitler, no existen pruebas de protestas en gran escala en contra de ello.
Hubo alemanes que se resistieron al Boicot del 1 de abril de 1933 y compraron en negocios judíos intencionalmente, y hubo otros que ayudaron a los judíos a esconderse y escaparse, pero fueron muy pocos. Incluso algunos de los que se oponían a Hitler apoyaban su política antijudía.
En lo que respecta al clero, Dompropst Bernhard Lichtenberg de Berlín oraba diariamente por los judíos en público y, a causa de esto, fue enviado por los nazis a un campo de concentración. Otros sacerdotes fueron deportados por no cooperar con la política antisemita nazi, pero la mayor parte de los clérigos obedecieron las órdenes en contra de los judíos y no protestaron abiertamente.