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Hace pocos días falleció Sofía Ímber, la dama de la cultura, como solían llamarla. Tuvo una vida interesante, en la cual no faltaron hechos trágicos. De igual modo, su vida fue larga y sumamente productiva.

Se ha escrito mucho sobre su admirable obra. Sin embargo, hay determinados episodios que no han trascendido y es momento de recordarlos como un pequeño homenaje a una persona intelectualmente coherente, honesta consigo misma.

Sofía ayudó en la labor de la comunidad judía de Venezuela, junto a numerosos venezolanos de bien, que se unieron a la campaña por la liberación de los judíos de la hoy extinta URSS, pero que en su época enfrentaron una aterradora situación, doblemente víctimas: en primera instancia, en forma análoga al resto de la población común soviética y luego, en especial, por ser judíos identificados con su pueblo ancestral. A estos excluidos se les conoció como refuseniks, un término no oficial para los que se les había negado el permiso de abandonar la URSS u otros países del entonces bloque oriental, en el transcurso de la denominada Guerra Fría. En realidad, el término refusenik es una composición irónica, derivada del verbo en inglés to refuse, que significa denegar, a la que se le agregó el sufijo ruso nik.

Algunos de ellos pagaron con cárcel por haber solicitado su salida de aquel ambiente tormentoso que, como en todo “paraíso” comunista, no había libertad ni se posibilitaban los derechos religiosos. A estos presos se les llamó “Prisioneros de Sión”.

Sofía participó en diversos proyectos. En varias oportunidades, junto a su esposo, Carlos Rangel, en el programa televisivo que ambos conducían, “Buenos Días”, recibieron a representantes del movimiento dedicado a estos esfuerzos que duraron décadas. Ella, documentada en lo que ocurría, explicaba con detalle la desesperada circunstancia de estos judíos en peligro.

Quién mejor que Sofía para comprender en toda su dimensión, la supresión social. Proveniente de Europa del Este, sabía que el antisemitismo, la discriminación, persecución y violencia eran el día a día de las comunidades judías de esa región.

Por tales motivos, su familia se mudó a Venezuela, libertaria y generosa, a la cual hicieron su país. Aquí ampliaron sus horizontes y Sofía nos retribuyó con una formidable labor.

 

BEATRIZ W. DE RITTIGSTEIN


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